En los últimos años ha comenzado a hacerse visible una realidad que durante mucho tiempo permaneció silenciada: la violencia ejercida por menores hacia sus padres, madres y también hacia profesionales educativos. Este fenómeno, conocido como violencia invertida, refleja un cambio profundo en las dinámicas de poder familiar y escolar. Allí donde históricamente se esperaba cuidado, guía o autoridad adulta, algunos niños y adolescentes responden con intimidación, humillación o agresiones reiteradas.

La violencia filio-parental forma parte de esta problemática y se define como cualquier conducta física, psicológica o económica ejercida de manera continuada por hijos e hijas hacia sus progenitores o figuras de cuidado. Aunque puede aparecer a distintas edades, los estudios sitúan un mayor número de casos entre los 15 y los 17 años, etapa en la que se combinan impulsividad, dificultades de regulación emocional y entornos familiares tensos.

Este patrón tampoco se limita al hogar. En el ámbito educativo, diversos trabajos muestran un aumento de agresiones hacia docentes. Investigaciones recientes señalan que una parte significativa del profesorado ha sufrido insultos, amenazas o incluso agresiones físicas y sexuales por parte de estudiantes, una tendencia que se ha intensificado tras la pandemia por el aumento del estrés y la alteración de las rutinas escolares.

La Organización Panamericana de la Salud estima que entre un 8% y un 12% de adolescentes en varios países de Latinoamérica han ejercido violencia física o psicológica contra sus padres en el último año.

Lee el artículo completo «Violencia invertida: Cuando los menores agreden a sus padres y profesores» de Santiago Benítez en el medio digital MegaNoticias.

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