El abuso ejercido por hijos hacia sus madres continúa siendo una de las formas más ocultas de violencia intrafamiliar. Aunque no siempre aparece en las estadísticas —porque muchas mujeres no denuncian por miedo, vergüenza o culpa—, se trata de un fenómeno más común de lo que se reconoce públicamente. Nombrarlo y visibilizarlo es un paso imprescindible para que las familias puedan acceder a apoyo especializado.

Cada vez se describen más situaciones en las que insultos, amenazas, estallidos de rabia, manipulación emocional o agresiones físicas provienen de los hijos. Este patrón, conocido como violencia filio-parental (VFP), implica una inversión de roles en la que el menor ejerce control y poder sobre la figura adulta. No es «una fase» ni una simple rebeldía: es violencia reiterada que deteriora profundamente el vínculo familiar.

Las madres, las más afectadas

Los estudios existentes coinciden: la madre es la principal víctima. Datos recogidos por el Dr. Alfredo Abadías Selma sitúan este porcentaje en torno al 90% en algunas investigaciones. La revisión de González-Álvarez señala una prevalencia del 41,5% de agresiones dirigidas específicamente a las madres, y otros autores destacan que las hijas presentan mayor incidencia de violencia psicológica hacia ellas.
Las razones son múltiples: presencia constante en la vida familiar, aumento de la monoparentalidad femenina, estilos educativos, roles de género y, en ocasiones, mayor vulnerabilidad física. Todo ello contribuye a que sean ellas quienes enfrentan con mayor frecuencia estas dinámicas.

Para las especialistas, el primer paso es hablar, reconocer lo que ocurre y pedir ayuda sin culpa. La mayoría de las madres no busca castigo para sus hijos, sino orientación, contención y una vía para detener la escalada de violencia. Pero el apoyo institucional sigue siendo limitado. Es necesario fortalecer la detección temprana, los recursos especializados y las políticas públicas que acompañen a quienes sufren violencia filio-parental. Sin estos dispositivos, muchos casos permanecen ocultos, se agravan y terminan normalizándose.

La VFP exige mirada profesional, intervención integral y un compromiso social por visibilizar lo que tantas madres viven en silencio.

Lee el artículo completo «Las madres que le tienen miedo a sus hijos: Hablemos de una realidad invisible» en el medio digital LJA.MX

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