Las agresiones sexuales grupales cometidas por menores, conocidas como «minimanadas«, se han convertido en un fenómeno inquietante que va en aumento y desafía los marcos tradicionales de intervención. A diferencia de las agresiones individuales, estas dinámicas en grupo se caracterizan por una violencia más intensa, prolongada y deshumanizadora. Según estudios del Ministerio del Interior, cuantos más agresores participan, más grave y hostil tiende a ser la conducta delictiva.

Casos recientes, como el de Burjassot (Valencia), donde cinco menores violaron a dos niñas de 12 años, o el de Badalona, donde una menor de 11 fue agredida por un grupo, han evidenciado la crudeza de estos hechos. Además, algunos de los agresores eran inimputables por edad, lo que añade una complejidad legal al abordaje.

El estudio «Silenciadas» de Save the Children alerta de que este tipo de agresiones representa un 4,2 % de las denuncias por violencia sexual en España, aunque su impacto psicológico y social es desproporcionado. Se estima que entre el 70 % y el 85 % de los menores víctimas conocen a sus agresores, y que uno de cada cinco niños en Europa ha sufrido algún tipo de violencia sexual.

Entre las causas subyacentes se señala una falta grave de educación afectivo-sexual. Los adolescentes conocen bien conceptos como la propiedad, pero apenas han sido formados en empatía, consentimiento o gestión de emociones. El grupo, además, diluye la responsabilidad individual y refuerza conductas de dominación.

Lee el artículo completo «Las ‘minimanadas’: radiografía de las agresiones sexuales grupales perpetradas por menores«, de Tinnakorn Jorruang en The Conversation

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