En Bizkaia, durante el año 2024, 115 familias y 393 personas fueron atendidas a través del programa Hobetzen, un espacio de acompañamiento y reconstrucción. No llegaron por casualidad: en la mayoría de los casos fueron derivados desde servicios sociales, justicia, sanidad o infancia, aunque un tercio dio el paso por cuenta propia, utilizando la web foral como puerta de entrada.
Detrás de cada expediente hay historias complejas: adolescentes que, en un 63,7 % de los casos, son varones, y que en casi la mitad presentan consumo de alcohol o cannabis. Cerca de uno de cada cuatro ha sufrido acoso escolar. Y en un 92 %, las madres son las principales víctimas, muchas de ellas con estudios medios o superiores y empleo activo, pero sin herramientas para frenar la escalada de agresiones.
El equipo de Hobetzen ha llevado a cabo más de 3.000 entrevistas y cerca de 600 coordinaciones con otros recursos, en procesos que se prolongan de media 289 días. En ellos, se trabaja tanto en la gestión del conflicto como en el fortalecimiento emocional y relacional de las familias.
Hogares tradicionales, separados con o sin colaboración, monomarentales o reconstituidos… realidades diversas que comparten un mismo desafío: detener una violencia que, con frecuencia, combina lo físico, lo psicológico e incluso lo económico.
La violencia filio-parental no es solo un problema privado. Es un reto comunitario que requiere detección temprana, apoyo integral y un compromiso real para que las cifras dejen de crecer y las familias puedan reescribir su historia fuera del miedo.
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